a) Antecedentes
Las “cuestiones sociales” se han presentado desde el inicio de la historia humana. Se manifestaron también en la primitiva comunidad cristiana, solicitando la intervención los pastores. Con el correr de los siglos han ido surgiendo diversas “cuestiones” inéditas, a las que la Iglesia – atendiendo al bien de los hombres– ha ido dando respuesta en consonancia con la doctrina evangélica: «La enseñanza social de la Iglesia es un desarrollo orgánico de la misma verdad del Evangelio. Es “el Evangelio social” de nuestro tiempo, así como la época histórica de los Apóstoles tuvo el Evangelio social de la Iglesia primitiva, y lo tuvo la época de los Padres, y más tarde la de Santo Tomás de Aquino y de los grandes Doctores medievales. Lo ha tenido en fin el siglo XIX, henchido de grandes novedades y de cambios, de iniciativas y de problemas que han preparado el terreno a la Encíclica Rerum novarum».
Las “cuestiones sociales” se han presentado desde el inicio de la historia humana. Se manifestaron también en la primitiva comunidad cristiana, solicitando la intervención los pastores. Con el correr de los siglos han ido surgiendo diversas “cuestiones” inéditas, a las que la Iglesia – atendiendo al bien de los hombres– ha ido dando respuesta en consonancia con la doctrina evangélica: «La enseñanza social de la Iglesia es un desarrollo orgánico de la misma verdad del Evangelio. Es “el Evangelio social” de nuestro tiempo, así como la época histórica de los Apóstoles tuvo el Evangelio social de la Iglesia primitiva, y lo tuvo la época de los Padres, y más tarde la de Santo Tomás de Aquino y de los grandes Doctores medievales. Lo ha tenido en fin el siglo XIX, henchido de grandes novedades y de cambios, de iniciativas y de problemas que han preparado el terreno a la Encíclica Rerum novarum».
b) La cuestión social y la Rerum novarum
La triple revolución propia de la modernidad –industrial, social e ilustrada–, con sus méritos y sus fragilidades, produjo importantes cambios en el sistema económico de las naciones más desarrolladas, con consecuencias particularmente perjudiciales para los trabajadores de la industria. Comenzó así el primer gran problema social de nuestro tiempo: la “cuestión obrera”. La confusión social, cultural y religiosa que provocó, hizo captar muy pronto que no se trataba de una mera cuestión coyuntural.
La triple revolución propia de la modernidad –industrial, social e ilustrada–, con sus méritos y sus fragilidades, produjo importantes cambios en el sistema económico de las naciones más desarrolladas, con consecuencias particularmente perjudiciales para los trabajadores de la industria. Comenzó así el primer gran problema social de nuestro tiempo: la “cuestión obrera”. La confusión social, cultural y religiosa que provocó, hizo captar muy pronto que no se trataba de una mera cuestión coyuntural.
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